miércoles, 25 de marzo de 2009

CONEJOS TRANSGÉNICOS

La crisis lleva a los ciéntificos a tomar medidas poco saludables.

El mercado alimentario ha aguantado las embestidas de la crisis económica. Sin embargo, la coyuntura actual pronto alcanzará al sector y sus efectos podrían llegar a ser devastadores para los agricultores.

En un periodo de crisis como el actual, todo el mundo habla de la subida del paro, de los problemas de la industria automovilística o de la construcción, pero pocos se acuerdan del sector agroalimentario. Sin embargo, «éste es más importante de lo que se piensa». Así lo entiende Paul Roberts, periodista estadounidense y autor del libro El hambre que viene, cuando afirma que actualmente «los alimentos se producen como cualquier otro tipo de bienes de consumo, como las televisiones o los coches y, como tal, la crisis también va a tener un efecto sobre este mercado».

A pesar de que por ahora el sector de la alimentación es el que mejor ha resistido los vaivenes de la economía, según afirmaron ayer los responsables de Agricultura de la Unión Europea, Roberts está convencido de que la crisis económica terminará teniendo un efecto devastador en el sector.

Futuros problemas
«La coyuntura actual va a suponer una subida de los precios de los alimentos. Esto reducirá la capacidad económica de los países y terminará agravando la crisis alimentaria que afecta a regiones como la africana o la asiática», subraya. El periodista estadounidense no tiene ninguna duda de que la situación económica pronto va a plantear graves problemas en este sector. Muchos agricultores se verán limitados por la imposibilidad de acceder a préstamos para seguir produciendo y comprando semillas y, seguramente, muchos tendrán que reducir sus plantaciones para poder hacer frente a su endeudamiento. «Existe la necesidad de buscar y encontrar nuevas formas de producir utilizando menos recursos para poder alimentar a una población creciente», comenta Roberts.

El autor de El hambre que viene sostiene que otro de los retos del sector agroalimentario será el «apostar por una menor dependencia de los proveedores internacionales y nacionales, que han acaparado hasta ahora el conjunto del mercado. No cabe duda de que gracias a esta pequeña alteración conseguiremos un sistema más seguro y sostenible. También habría que investigar las posibilidades de la piscifactoría marina, que proporcionaría proteínas baratas y de gran calidad, reduciendo así la dependencia de la carne». Frente a estos cambios, «las políticas gubernamentales sobre alimentación deberán cambiar. Pero los ciudadanos también tendrán que actuar. Quizá, éstos tengan que apartarse un poco del sistema actual y, por ejemplo, cultivar ellos mismos parte de sus alimentos».

Sector industrializado
Uno de los aspectos más polémicos del nuevo trabajo de Paul Roberts se centra en la industrialización del sector agroalimentario y en la falta de seguridad. «Hemos logrado muchos beneficios gracias a esta evolución, como el tener suficientes alimentos para toda la población, pero también ha causado muchos daños. La pregunta que deberíamos hacernos ahora es como podemos desindustrializar este mercado sin que tenga un efecto negativo sobre las economías nacionales. Está claro que no es un paso fácil, pero así se podría recuperar la calidad de los alimentos», comenta Roberts.

Y es que la disminución de estos estándares es una realidad y crisis como la de las vacas locas han mostrado que la necesaria reducción de costes de los productores para mantener la rentabilidad de sus empresas ha terminado por afectar al conjunto de la comida. «En muchos casos, las innovaciones que nos han permitido alimentar tan bien a tantos seres humanos son las mismas que nutren la epidemia y que se encargan de que sus efectos sean devastadores. Nuestro sistema agroalimentario está tan centrado en la reducción de costes y el aumento del volumen que poco menos que invita a los agentes patógenos de origen alimentario a convertirse en epidemias mundiales», concluye Roberts.

Ideas cruzadas� «Uno de los graves problemas de este mercado es que los gobiernos pensaron que el sector alimentario podía regularse por sí mismo y se equivocaron. Por otro lado, la industria siempre ha sido presionada para flexibilizar las regulaciones».

� Roberts no se opone _a los cultivos transgénicos, puesto que por ahora _no se han elaborado _estudios que demuestren que existe un verdadero peligro para los seres humanos, pero piensa que «su rentabilidad, sobre todo en los países _en vías de desarrollo, _es imposible».

� «Los biocombustibles no tienen sentido en Estados Unidos o en Europa. Sólo países tropicales como Brasil o Mozambique pueden hacer que este tipo de carburante sea una opción sostenible y eficiente».

1 comentario:

  1. No sé dónde vamos a llegar con esto de los alimentos transgénicos. Por ahora no se ha demostrado que sean perjudiciales, pero quién sabe qué ocurrirá en un futuro y, quizás entonces, sea tarde para remediarlo.

    ResponderEliminar